Jubilación: derecho al descanso de quién, alcanza una determinada edad y después de trabajar un cierto número de años, abandona su vida laboral activa pasa asumir la condición de pensionista, previo cumplimiento de los requisitos legales exigidos. Esta definición está recogida en la RAE, la Real Academia de Lengua Española. Para muchos de nosotros, la jubilación es volver a nuestras raíces. Muchas veces se piensa donde pasaremos nuestra vejez y la contestación de nuestros mayores es volver a su pueblo.
El pueblo es maravilloso. En él hay recuerdos, hay añoranza de tiempos pasado… ¡Nada que envidiar la infancia de mis nietos con la mía! Mañanas atareadas yendo atender al ganado para luego poder ir un rato a la escuela, salir deprisa para ayudar en las labores del campo a mis abuelos. ¡ Qué grandes recuerdos!
En la actualidad, la gran pregunta es: ¿Vivir en el pueblo? Antes se hablaba de una España rural vaciada. La mayoría de nosotros salíamos de nuestro pueblo para buscarnos la vida en las grandes ciudades. Si buscamos datos de años atrás, muchos municipios han perdido habitantes para incrementarlos en grandes ciudades como Madrid o Barcelona. Lo de mudarse al pueblo cotizaba a la baja durante muchos años. Esta tendencia de despoblación hace que nuestros municipios estén heridos de muerte prácticamente sin servicios y envejeciendo a pasos agigantados.
En la actualidad, los efectos de la pandemia que vivimos y sobre todo el confinamiento de tres meses encerrados en nuestras casas ha provocado que tanto urbanistas como jubilados nos plantemos volver a vivir a nuestros pueblos. Todos hemos cambiado de preguntas como: ¿vamos a ir solo a las fiestas del pueblo? o ¿cuánto tiempo del mes de vacaciones nos quedamos allí ? a ¿ quién puede hacerme el tejado nuevo? , ¿cuándo ponemos la calefacción? o ¿qué recursos tenemos para poder subsistir allí? . Se va notando más vida en nuestros pueblos. Nosotros, como jubilados, también hemos cambiado de pensamientos. Antes, la mayoría solo íbamos cuando comenzaba el buen tiempo y en la actualidad, con los tiempos que corren, el número de jubilados en nuestras pequeñas localidades ha aumentado.
Para mí es un acierto . Vivir en un pueblo es salud, sin contaminación y sin problemas de estrés. Es libertad de horarios, sin prisas, ni tráfico denso que te impida llegar a tiempo a la partida de las tres de la tarde en el Hogar con tus amigos. Es bienestar, paseos infinitos por nuestros campos, senderos y paisajes que poco han cambiado desde nuestra niñez. Es ahorro, la vida rural no es tan cara como en las grandes ciudades, muchos de nosotros aún intentamos ahorrar teniendo pequeñas pensiones. Es cultura, transmitiendo nuestras costumbres, como la matanza o la vendimia. Es tradición, con esas jotas bien bailadas en la plaza del pueblo el día de la fiesta o el arte de bordar un paño sentadas a la puerta de casa. Es sentirte útil, aún estando mayor, cultivas tu pequeño huerto como lo hicieron tus padres. Es convivir con “una gran familia” con sus alegrías y discusiones. Es preocupación por los demás, si no has visto ir al huerto al vecino de enfrente esta mañana, enseguida tocas a su puerta para ver si está todo en orden. Todo el mundo nos conocemos y eso hace que todo fluya de forma más ordenada.
El pueblo tiene beneficios aunque en algunos casos y a nuestras edades nos encontramos con algunas dificultades, sobre todo en el ámbito sanitario y telecomunicaciones. A veces, nos debemos desplazar a la gran ciudad para diferentes pruebas que podrían realizarse en los centros médicos de cabecera si hubiera el personal y la tecnología apropiada como por ejemplo: radiografías, ecografías…
Con el tema de la COVID-19 las cosas se han complicado.Desplazamientos a los pueblos de al lado para algunas consultas, días alternos para poder ir a nuestras revisiones rutinarias del azúcar o la tensión. Las consultas telefónicas nos dejan con un sabor agridulce. Como echamos de menos a nuestros médicos y enfermas rurales que conocen a todos sus pacientes y que a parte de atender los problemas de salud también escuchan nuestros problemas haciendo en muchas ocasiones de psicólogos particulares.
Si hablamos de tecnología, sí que estamos a años luz de las grandes ciudades. No tenemos todavía una conexión buena de internet ya que todavía no nos llega la fibra óptica en muchos de nuestros municipios. Aunque siempre hay una solución para todo, ya que con router por radiofrecuencia solemos tener cobertura en la mayoría de nuestros territorios. Además, en algunas ocasiones las averías de nuestra vieja amiga “la caja tonta”, la televisión, duran bastantes horas solo pudiendo ver las cadenas públicas. Pero me paro a pensar, en la niñez, ¡ cuánto dinero hubiéramos dado solo por poder disfrutar de un par de cadenas de televisión!.
Pero si ponemos en una balanza los pros y los contras de vivir en nuestras pequeñas localidades natales creerme que en la mía se decantará por los pros. Creo que poco a poco, se van solventando los pequeños problemas y aumentando las comodidades que pueden hacer poco apetecible una vida rural.
Aunque los medios de comunicación nos vendan que esta pandemia beneficiará a la repoblación de nuestros pueblos , creo que no se conseguirá en su totalidad. Por ello, desde aquí os animo a sopesar la idea de ir a vivir al pueblo ya que posee más ventajas que inconvenientes.
En conclusión, debemos volver a nuestras raíces. Todos debemos colaborar para que nuestros pueblos vuelvan tener vida : trasiego de paisanos yendo y viendo a sus quehaceres, oír los gritos y las risas de nuestros nietos en las calles o comprar y “echar un parlao” en la pequeña tienda. Cada uno de nosotros tenemos un pequeño poder que debemos utilizar para subir la vida de los mismos y esto hará que todos nos beneficiemos.
Aquí, siempre nos quedará ese sitio encantado que nos trasladará ese sentimiento de bienestar, tranquilidad, armonía y paz que en la sociedad en la que vivimos necesitamos.
¡Vivan los pueblos! ¡Vivan sus gentes! ¡Vivan sus tradiciones!
Antonio Castillo Hernández.
Asociación del El Cabaco
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